lunes, 31 de octubre de 2011

A pulse. Your pulse.

7 de septiembre de 2011


I break, you don't

...

I was always set to self-destruct though





Los hay que no permiten ni a la razón ni al corazón que se adueñen de sus actos, personas con escrúpulos, de entrañas pensantes que vociferan órdenes desde lo más profundo de su ser. Gente que atraganta con su semblante seguro y decisivo, que no busca más que satisfacer los deseos de esa voz extraña.



Los hay ciegos, puro corazón, humanos poseedores de manos y oídos pintores, soñadores que surcan los cielos en busca de extinguir fuegos encendedores de dolor. No piensan que quizá todo ese daño sea necesario para que la felicidad, caprichosa veleta, llegue a buen puerto.
Luego están ellos, rígidos soldados que marchan en fila con los brazos por delante para apartar obstáculos, minas letales para el sentimentalismo y la ilusión. Planean, delinean cada movimiento con precisión, temen elevarse, dejar de sentir el frío suelo.



Y, por último, hay gente como tú, gente como yo. Amantes del desafío, cócteles molotov que combinan riesgo y sensatez con una chispa de ingenio. Arqueólogos que prefieren excavar en lugares de poca profundidad. Tú y yo no queremos que las reliquias más preciadas hagan acelerar demasiados pulsos, bombear demasiados corazones. Tú y yo buscamos la perfección en la imperfección, en lo inacabado, en lo escondido. Que alguien paladee la miel y se conforme con escasas gotas.



Sabes que no queremos soñar, que nos basta con observar, con escribir y emborronar para escribir de nuevo, corregir así nuestros pasos, quizá desviarnos y dar las gracias a los deslices que nos hicieron manchar la blanca trayectoria que nuestro alma podría llegar a seguir. Nuestra esencia son tales deslices. Te permitiré por ello un solo error, ni uno más. Te permito confesarme que no eres perfecto, te daré carta blanca para, entonces, acertar equivocándote. Admiraré tu semblante decidido y temeroso bajo la luz de la luna, siempre te gustó caminar de noche.



No me llames cuando te encuentres a los hombres que hicieron de tripas razón y corazón, ni cuando atisbes las sombras de los soñadores que persiguen estrellas fugaces, ni siquiera cuando pretenda enderezar tu camino el ejército de lo correcto.


Tan solo vuélvete y grita mi nombre cuando recorras cuerdamente el sendero de la locura.

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