20 de marzo de 2013
I was chasing demons in the desert of my pain.
You know me better than the poison in my veins.
So, my love, remember when God forgets my name.
You know me better than the poison in my veins.
So, my love, remember when God forgets my name.
Cuántos finales capturan nuestros ojos y qué pocos
comienzos. Cuánto brillo despide el carrete que enjaula la despedida y cuántas
lágrimas suscita. Estanca
en la garganta todo el aire que ansíe alcanzar el corazón. Lucha por bombear, mas parece
condenado a detenerse.
El asfalto desprendía calor, ella podía respirarlo mientras
el motor ensordecía sus sentidos. No había horizonte, tan solo un sol
incandescente que parecía permanecer inmóvil en un cielo limpio de nube y agua.
El tiempo no corría, pero ella sentía la velocidad, el aire en el rostro, el
polvo del desierto. No buscaba oasis alguno. Creía que no eran más que una
trampa que consumía la valentía y encadenaba el cuerpo, temeroso de alejarse
por no llegar a su destino. No hay peor condena que quedar atrapado en el
camino.
Continuó. Era desafortunada, pensaba. Ella recordaba el
comienzo, tal vez demasiado claramente. Aquel retazo de vida se había
aposentado en su memoria y no planeaba marcharse. Recordaba también la intensidad del final, pero su añoranza se empeñaba en anular cualquier dolor para
solo aferrarse a la inocente ilusión que baña toda historia naciente.
Pero el fuego de una hoguera encendida tiempo atrás no es
capaz de calentar un cuerpo ya muy alejado de las cenizas. Era consciente, por eso decidió
viajar, conducir por desiertos, anhelando respirar un calor certero, real, que le
provocara sed, que le hiciera sentir su piel. Y así llegó a otro continente,
sin huir, solo buscando. El desierto es conocido por borrar huellas, y por su
soledad, su reconfortante soledad. "Nadie te perseguirá entre dunas, ni tú
podrás seguir las pisadas de otros que hayan querido perderse en sus arenas".
Así fue cómo ella logró borrar su rastro y emprender un
nuevo rumbo. Venció a la nostalgia, logró olvidar principio y final, su corazón
no debió detenerse. Pero no encontró esa
soledad de la que todos hablaban, y no quería hallarla. El asiento a su derecha
no estaba vacío, ya nunca lo estaría.