martes, 25 de octubre de 2011

Tono naranja melotocón


25 de octubre de 2011


I've come to know that memories were the best things you ever had


We grow, grow, steady as the morning


We grow, grow, old as steel

We grow, grow, happy as a new dawn








Las personas se tornarán naranjas tarde o temprano, los vientos elevarán las almas y enterrarán el resto, de nada sirve un cuerpo manchado, cargado, ya obsoleto.


Muchas veces me pregunto el porqué de la vida humana, mero tránsito para aquellos que buscan la eternidad, carencia de significado para las mentes que pregonan autosuficiencia. La curiosidad es lo que nos mueve y parece no tener fin, hasta que establecemos un orden aparentemente lógico de las cosas para tranquilizarnos. Si algo nos caracteriza es el don de crear espejismos, un mando de control remoto de la realidad particular. El contar el tiempo, establecer cuatro o dos estaciones, diferenciar los años, marcar etapas...refleja el ansia por encapsular la carrera de la vida entre dos cristales de un reloj de arena. De esos cuya arena parece infinita, pero cuyo tiempo transcurre irremediablemente.


Las prisas que envuelven nuestro ritmo de vida son una paradoja. No buscamos llegar antes al final, ni tampoco llegar después: reclamamos experiencia y rechazamos crecer, aborrecemos las arrugas para ensalzar las cicatrices y anhelamos la oscuridad, siempre y cuando podamos aferrarnos a un haz de luz que nos devuelva a la claridad del día. Bendita contradicción.


Llegará el día en que dejemos de asirnos a las ramas de los árboles y se acabe el verlo todo desde las alturas, nuestro color verde irá desvaneciéndose, tostándose por el calor del sol, y, en un último intento por capturar sus rayos,...nos volveremos naranjas. Y caeremos, nos posaremos sobre el frío suelo, no existirán los horizontes y los elementos nos harán desaparecer.
Nunca olvidemos que nuestra presencia, aun sin ser física, permanecerá aquí. Las estaciones podrán seguir sucediéndose, pero la realidad de nuestra existencia será constatable. De no ser así, no habríamos inventado el término “siempre”. Rindámosle homenaje.

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