miércoles, 28 de diciembre de 2011

Mudanza, revestimiento, llámalo equis

28 de diciembre de 2011




You lost control and you lost your tongue





Podría mudarme de hogar, de corazón, de ciudad, pero de ideas... Me son tan inherentes que no concibo una existencia sin ellas.
La llama del fuego de distintas casas puede desprender el mismo calor e inundar la estancia con el mismo candor pero, ¿pueden unos principios fortalecer tanto como otros? Las caricias de cada amor llenan de un modo único...pero a desamar también se aprende, concibiendo así el nuevo querer como el verdadero; sin embargo, ¿pueden las reflexiones discurridas en toda una vida verse alteradas sin más y resultar tan incuestionables? No lo creo.


Pienso a menudo en el momento en que la conciencia se activó, como un interruptor pulsado para facilitar el movimiento y, así, la vida. Imagino también un manual de instrucciones ininteligible, pero ilustrado, en el que la única enseñanza válida es “Observa y concluye”. Y así lo hice, así lo hicimos todos. O eso intentamos.

Uno no aprende a volar hasta que le lanzan al vacío y no le queda más remedio, y por “le” hablo de los demás y del propio subconsciente. Ni el magnetismo del centro de la Tierra ni la gravedad del planeta pueden inducir a un ser humano a actuar de un determinado modo si su interior le dicta lo contrario. Creo y espero que la razón gane al corazón, y lo agradezco. El corazón es vulnerable, influenciable, demasiado blando para un entorno tan afilado donde las emociones cortan y los ojos sangran agua, la oscuridad envuelve la transparencia y el bien no siempre vence. Mas la razón...todo lo puede. Es inmortal gracias a su alianza con el sentir y la inquietud, por siempre en contra del engaño. No en todo momento ilumina, es una estrella fugaz, pero, cuando lo hace, cada intención se torna alcanzable y los sueños se antojan cercanos aun ideándose a plena luz del día.


Cuentan que el hombre vendió su lógica al verse descendido del paraíso a una tierra hostil, para así afrontar el peligro de las relaciones humanas con la paradójica seguridad en sí mismo que aporta la ignorancia. Partió con el velo de la inconsciencia tapándole la mirada y el instinto por bandera. Ojos que no ven, corazón que no siente. Sin embargo, el timbre de la realidad nunca cesó de sonar y reclamar la atención de un motor al que se le exige demasiado y se le entrega demasiado poco. Y sí, hablo del corazón, de esa pequeña bomba que nos autoriza a vivir y amar sin reservas y que nos encadena como venganza por desterrar a la coherencia. Nuestras lágrimas, furia e impotencia son su particular manera de recordarnos a diario que hicimos un pacto con el diablo al vender nuestra alma por el sentimiento, anhela que nos aferremos a la razón para evitar el sufrimiento. Pese a todo, seguimos venerándolo. Huimos de la ciencia, de los principios esclarecidos, de las verdades universales. ¿Por qué? Porque no hay mayor gozo que sentir el amor correspondido, y no tanto la razón otorgada. Porque la curiosidad mató al gato, pero solo en la primera de sus siete vidas. Todo se ve mejor desde las alturas del tejado al que el amor te eleva y, cuando la neblina originada por tal sentimiento desaparece, lo real no parece tan complicado.


Parece que mis ideas no me son tan inherentes como creía. Ahora, creo que el corazón gana a la razón. Lo agradezco. Veremos mañana.

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