7 de enero de 2013
Because you only need the light when it’s burning low
Only miss the sun when it’s starts to snow
Only know your lover when you’ve let her go
Only know you’ve been high when you’re feeling low
Only hate the road when you’re missin’ home
Only miss the sun when it’s starts to snow
Only know your lover when you’ve let her go
Only know you’ve been high when you’re feeling low
Only hate the road when you’re missin’ home
El mundo ya no caminaba. Destrozado, magullado por las heridas de una guerra psicológica que solo se apercibía a través de las lágrimas que raudas corrían mejilla abajo.
Gris, pesado. Sobrevolaban los cielos de tal tono miles de
ilusiones, buscando un recoveco por el que traspasar la muralla que las frenaba
de ver el sol, de dorarse, de iluminar. Las alas que los sueños les brindaron
quedaron desplumadas mucho antes de aproximarse al precipicio que toda alma
debe vislumbrar para, al fin, respirar.
La melancolía es maestra, mentora, tiene un don para empañar
las travesías, la estancia, la propia existencia. No hay desplazamiento que no
implique nostalgia. El ser humano nunca se contentará con lo poseído. El
periodo que se le permite escapar nunca será lo suficientemente largo, el viaje
que le brinda la oportunidad para despegar nunca lo suficientemente
satisfactorio, la familia jamás regocijará tanto como para cubrir las ausencias
que tiempo atrás comenzaron a poblar el hogar, la amistad puede que no tan
fuerte para erigirse como un asilo, un lugar de paz en el que ocultarse cuando
la adversidad amenaza con vencer, el amor quizá nunca tan bueno para tender
puentes mientras empaña otros recuerdos oscuros.
Gritadme por qué todo merece continuar caminando sobre una
pauta ya oxidada, por qué la ilusión y la inocencia abandonan tan temprano, por
qué el recelo impregna cada acción, cada abrazo, cada sonrisa. Bramad para explicar por qué un
hombre satisfecho no despierta alegría sino envidia, por qué el amor no puede
ser sincero y los guiños puros, por qué el vacío se empeña en exhibirse a cada
instante, sin importar la opulencia, el querer desmedido, las metas poco a poco
alcanzadas.
Ese cielo que parece opaco constituye la respuesta. No hay
salvación si uno no cree en ella, no existe amor si uno no confía al precipitarse
al vacío. No hay éxito si las piedras continúan siendo tiradas sobre el propio
tejado, ni familia ni amistad si uno no desea agradecer su calor.
La guerra siempre fue librada a medio camino. En un lugar
perdido, entre la mente, el corazón, las entrañas y el olvido.
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