viernes, 10 de febrero de 2012

Deshielo

19 de diciembre de 2011

Have I been good to you at all
Oh I'm so tired of playing these games
We'd just be running down
The same old lines, the same old stories of
Breathless trains and worn down glories



El insomnio llamó a la puerta del subconsciente para provocar su vigilia. No se adivinaban suspiros ni vaivén de pecho alguno en un ambiente de sopor, tan solo las pestañas agitadas de un rostro mudo de esfuerzo y ciego de sueño o, más bien, de no poder sucumbir a él.

Llamaban a su recuerdo el pasado no resuelto, la pesadumbre de la sospecha cierta, la decepción por un adiós temprano...todos ellos se hicieron con la llave para disturbar la calma de la noche y arrancarle suavemente, como un tic tac imperceptible de un reloj de cuco, cada vestigio del pasado. Capturaron la llama de la vela que daba luz a su razón y la mantuvieron cautiva para reducirle en un desconcierto apabullante dentro de su propia lógica; no era sino el castigo del que era merecedor, la respuesta a sus defectos no disculpados.

El mundo gira aunque el hombre parezca desear ralentizar su ritmo a base de equivocaciones y elecciones de atajos que alargan el camino por sierras impenetrables, conformada por esos temores que impiden avanzar. Volveremos a ver salir el sol por el mismo horizonte aunque volvamos el rostro, sus rayos traspasarán las cortinas de humo que incendiamos para ocultar lo impronunciable y reprochable de nuestros actos.

¿Sabes? No podemos huir eternamente de ese calor que pronto tornará lúcido nuestro pensamiento para hablar alto y claro, la edad de hielo nunca hizo propensa la existencia del ser humano, ni siquiera la nuestra. Esa superficie helada que cubre nuestro pretendido desconocimiento se resquebraja bajo las cuchillas de los patines sobre los que temiste deslizarte para no caer. Ese fue el error, buscar el equilibrio donde la gravedad vence, aun con las manos por delante y enguantadas para amortiguar el golpe. Pero te empeñaste, casi llegamos al deshielo, y entonces nos hundimos en un incipiente charco de preocupaciones.

Cuando me levanté, ya no estabas ahí, y llegó el verano, y esas cuchillas resultaron inservibles. Muchas veces la respuesta radica en escarbar en la arena con los pies tras el cambio de estación, en sentirnos vivos al variar la temperatura, del ambiente, de la superficie. Para qué obcecarnos en demostrar que poseemos unas raíces que nos atan al suelo cuando nuestro único agarre es la plataforma que tiende el cerebro al sueño que se apodera de él en la noche, fruto de un deseo real oculto en la niebla de la incapacidad.

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